Sakiko Fukuda-Parr ,1 Paulo Buss,2 Alicia Ely Yamin3
El Panel Independiente para la Preparación y Respuesta a Pandemias1 publicado el 11 de mayo, se suma al llamado para promover un nuevo Tratado en el contexto de la Pandemia que aborde los vacíos en la gestión a nivel global, a los desafíos de la seguridad sanitaria. Este debate emergente se ha centrado en cuestiones de estructura y forma —un tratado de las Naciones Unidas o una convención marco bajo los auspicios de la OMS, y mecanismos de verificación y aplicación—, así como en cuestiones sobre quién tendrá voz y cómo se desarrollarán las negociaciones.2 3 Pero no se debe perder de vista el propósito y objetivos clave, y lo que se entiende por “seguridad sanitaria mundial”. De hecho, las discusiones sobre el tratado son una oportunidad y una obligación de repensar el paradigma de la seguridad sanitaria mundial que ha dado forma a la actual respuesta internacional a la pandemia de COVID-19. El paradigma imperante es contrario al propósito central de prepararse y dar respuesta a una pandemia mundial por cinco razones.
En primer lugar, la seguridad sanitaria mundial debe centrarse en la seguridad de las personas, no en las fronteras nacionales. El concepto de “seguridad sanitaria global” surgió, a finales del siglo XX, con la creciente propagación transnacional de enfermedades en el contexto de la globalización económica neoliberal, el aumento de las amenazas a la bioseguridad y el aumento de las migraciones debido al cambio climático, la inestabilidad y los conflictos armados.4 5Este concepto, que pasó a ser parte del hablar y pensar del sector encargado de la seguridad, que estaba preocupado por defender las fronteras nacionales y no la salud humana, condujo a un replanteamiento de las enfermedades infecciosas como una amenaza a la seguridad nacional. Los senadores Obama y Lugar en su artículo del New York Times “Grounding a Pandemic” (6 de junio de 2005) instan a las dirigencias políticas a prepararse para una pandemia… “Cuando pensamos en las principales amenazas a nuestra seguridad nacional, lo primero que nos viene a la mente es: la proliferación nuclear, los estados rebeldes y el terrorismo global. Pero otro tipo de amenaza está al acecho, más allá de nuestras costas, una que proviene de la naturaleza y no de los humanos”.6 La seguridad sanitaria mundial desde la óptica de la seguridad de un país delimitado por fronteras es contrario al objetivo del tratado, tal como se expresa en el llamado original de 25 líderes políticos que fue emitido el 30 de marzo de 2021,7 el cual enfatizaba “salud para todos” y la seguridad sanitaria de las personas, es decir, la seguridad sanitaria como parte de la seguridad humana.8
En segundo lugar, la seguridad sanitaria mundial exige una acción multilateral, no políticas nacionales independientes. El informe del Panel, así como el llamado original de los líderes políticos, enfatizaron la interdependencia como el fundamento de la acción multilateral. La rápida propagación de variantes muestra la insensatez, así como la inmoralidad, de poner el interés nacional por encima de la acción global concertada. En las estrategias de defensa nacional, se reconoce el interés mutuo de los estados, pero no es lo primordial, como debería ocurrir en las emergencias de salud pública. La obviedad de que “nadie está a salvo hasta que todos estén a salvo” significa que hay que centrarse en la provisión de bienes públicos mundiales que sirvan a las necesidades de todas las personas, universalmente, como es la “vacuna para el pueblo”.
En tercer lugar, los arreglos institucionales para la seguridad sanitaria mundial deben basarse en los principios fundamentales de los derechos humanos, así como en las normas específicas jurídicamente vinculantes de los tratados que los países ya han ratificado. El acceso universal a la atención médica, el papel esencial de las infraestructuras de salud pública y la garantía de igualdad en las necesidades de los seres humanos son principios básicos que sustentan los derechos humanos con relación a la salud. Tales principios tienden a quedar ocultos en el pensamiento de seguridad que privilegia las herramientas de vigilancia tecnológica. Sin embargo, no es suficiente usar el lenguaje de los derechos humanos en un tratado pandémico o “incorporar” los derechos humanos en el trabajo de las agencias internacionales sin abordar las desigualdades estructurales entre países que están enquistados en la gobernanza para la salud global.
En cuarto lugar, es necesario descolonizar el paradigma imperante de seguridad sanitaria mundial, que se basa en la suposición implícita de que las pandemias provienen de las regiones más pobres del mundo y amenazan la salud y el bienestar de las personas en las zonas más prósperas.9 Como expresado por los senadores Obama y Lugar en su artículo de opinión de 2005, en una época en la que puedes abordar aviones en Bangkok o Hong Kong y llegar a Chicago, Indianápolis o Nueva York en horas, debemos afrontar la realidad de que estas exóticas enfermedades mortales no son problemas de salud aislados a medio mundo de distancia, sino amenazas directas e inmediatas a la seguridad y la prosperidad de casa. (Italics ours)5
Por lo tanto, la pieza central de los regímenes de seguridad sanitaria mundial, en particular, el Reglamento Sanitario Internacional (RSI), es crear un sistema de alto rendimiento para el monitoreo de los brotes de nuevos patógenos que puedan proteger la salud pública y los intereses económicos de la población (especialmente a través del comercio) norte global, de las enfermedades que se presume que se desatan sin control en el sur global. Aunque la cooperación internacional apoya la capacidad de salud pública local necesaria en los países de ingresos bajos y medios para controlar las enfermedades infecciosas, las obligaciones vinculantes de salud pública en el RSI se centran en compartir información y materiales.
Debemos analizar cómo una propuesta de tratado pandémico se relaciona con el RSI, que ha sido en gran parte marginado durante COVID-19. Pero los debates actuales se centran en gran medida en su aplicabilidad en relación con la voluntad de los gobiernos del sur global de compartir información y materiales con la OMS y otros gobiernos, y permitir la verificación independiente.
En quinto lugar, la geografía del COVID-19 debería inducirnos a cuestionar los criterios y a las instituciones que se encargan de evaluar el grado de preparación ante una pandemia. Hasta el aumento de casos en la India desde principios de 2020, la incidencia global y las muertes por COVID-19 se han concentrado abrumadoramente en América del Norte y Europa Occidental. Muchos observadores cuestionan el Índice Global de Seguridad Sanitaria de Johns Hopkins, que es un sistema de clasificación de “regla de oro” que resultó de un esfuerzo masivo basado en la experiencia, que colocó a EE. UU. en primer lugar y al Reino Unido en segundo lugar, mientras que muchos países que se consideraba que estaban mal preparados, como Bután o Laos, han tenido muy pocas muertes por COVID-19.10
Los desafíos de equidad actuales sobre las vacunas para COVID-19 dejan estos cinco desafíos completamente claros. Aunque la R&D se ha financiado en gran medida con fondos públicos, se ha permitido a los monopolios farmacéuticos conservar los derechos de propiedad intelectual. La escasez artificial resultante y el “nacionalismo de las vacunas” han sido tan predecibles como letales. La falta de inoculación global prolongará la pandemia, retrasará la recuperación económica e infligirá un daño innecesario e incalculable, tanto a la salud como a los medios de vida en todo el mundo.
El paradigma de seguridad sanitaria mundial imperante no hace nada para contraponerse a los efectos devastadores de la legalidad neoliberal y el poder ilimitado de los actores privados para tener el control sobre la infraestructura de los servicios de salud, incluidas las empresas farmacéuticas. Lo mejor que podría hacer un tratado contra una pandemia es crear una auténtica seguridad sanitaria mundial centrada en la seguridad humana exigiendo el intercambio de tecnologías y conocimientos para futuras pandemias.
Referencias
- Make it the Last Pandemic. Independent panel on pandemic preparedness, 2021. Available: https://theindependentpanel.org/ mainreport/
- Mahjour at G2H2 panel on the pandemic Treaty proposal. Geneva. Available: https://g2h2.org/posts/may2021/
- Nikogosian H, Kickbusch I. The case for an international pandemic BMJ 2021;372:n527.
- Brundtland GH. Global health and international security, global governance: a review of Multilateralism and international organizations, 2003: 417–23.
- Lo Yuk-ping C, Thomas N. How is health a security issue? Politics, responses and issues. Health Policy Plan 2010;25:447–53.
- Obama B, Lugar R. Grounding a pandemic, 2005. New York Times. Available: https://www.nytimes.com/2005/06/06/opinion/grounding- a-pandemic.html
- Bainimarama JV, Chan-o-cha P, Costa ALS. COVID-19 shows why United action is needed for more robust international health WHO, 2021. Available: https://www.who.int/news- room/commentaries/detail/op-ed-covid-19-shows-why-united-
action-is-needed-for-more-robust-international-health-architecture
- Sen A. ‘Birth of a discourse’. In: Martin M, Owen T, eds. Routledge handbook of human security. London/NY: Routledge, 2013.
- Cash R, Patel V. Has COVID-19 subverted global health? Lancet
2020;395:1687–8.
- Mahajan M. Casualties of preparedness: the global health security index and COVID-19. International Journal of Law in Context 2021;17:204–14.
BMJ Glob Health: first published as 10.1136/bmjgh-2021-006392 on 3 June 2021. Downloaded from http://gh.bmj.com/ on June 3, 2021 by guest. Protected by copyright.